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viernes, 11 de enero de 2013

Vierja y el unicornio (2)


           Apenas tenía Vierja cumplidos los tres años cuando vio por primera vez a un caballo. Bueno, en realidad habría que decir que miró fijamente a un caballo; porque verlos, los había visto numerosas veces paseándose en su pueblo, montados por los habitantes del mismo.

         Pasó ante su puerta un caballo sin jinete, de un color rojo oscuro y unos ojos negros y brillantes. Vierja creyó notar que el caballo casi se paraba ante él, le lanzaba una mirada llena de preguntas y le pedía que fuera su amigo. Dos días después descubrió que aquel caballo era del viejo Mejai, el maestro que había enseñado a todos los del pueblo a cabalgar. Y cuando les vio juntos, también el maestro le sonrió.
         Dos años después comenzó a pedirle a su padre que le llevara a la escuela a aprender a montar. Pero tuvo que esperar otros tres años, pues Mejai no aceptaba jinetes menores de ocho años; y eso si él les veía especialmente capacitados.
         No tardó ni una semana en sentirse totalmente seguro sobre el caballo; no tardó más que un par de meses en ser uno de los jinetes más aventajados. Parecía que su presencia calmaba a todos los caballos y les hacía galopar más deprisa que con ningún otro jinete.
         Una tarde de otoño, volvió a pararse ante él aquel caballo rojo oscuro. Parecía que le invitaba a subirse sobre él. Vierja no lo dudo y comenzó la galopada.
         Al volver al pueblo, el viejo Mejai, le comentó con bastante asombro:
-Es la primera vez que mi caballo se deja montar por alguien que no sea yo. Supongo que significa que un día me sustituirás en la tarea de enseñar a otros caballeros.
         Vierja sonrió feliz. Aquella noche soñó con el caballo mágico.

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